Apuntes (provisorios) sobre el concepto de Ideología (I)
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SOBRE
La teoría marxista estándar de la ideología (y con estándar también queremos decir predominante) podemos hallarla en Salario, precio y ganancia, texto de 1865 en el que Marx expone la necesidad y los límites de la lucha por el aumento de salarios relativos y reales en el seno del movimiento obrero. En medio de un texto de divulgación, y de debate teórico frente a un tal “ciudadano Weston” que, a todas luces, desestimaba la necesidad de luchar por mejores jornales, Marx se ve obligado a exponer sumariamente su teoría del salario: es en esta exposición, precisamente, que podemos encontrar la base de la teoría estándar que, a decir verdad, no presenta mayores complicaciones teóricas. Mencionamos esto como una ventaja frente teorías menos predominantes –o conocidas, sobre la ideología. Este texto (Salario, precio y ganancia) es imprescindible para comprender cómo la izquierda tradicional ha relacionado la noción de “ideología” con un cierto rostro “mentiroso” de la realidad social dura. La justificación de la teoría del “rostro mentiroso”, en su estructura discursiva, es totalmente deudora de conceptos como “apariencia”, “revestimiento/reviste”, “imaginación/imagina”, “representación”, “apariencia engañosa” etc. Marx emplea estas palabras para explicar algo relativamente sencillo; “Una parte del trabajo encerrado en la mercancía es trabajo retribuído; otra parte, trabajo no retribuído”. Esta es la expresión popular clásica de la teoría de la plusvalía. Lo que el obrero “imagina”, sin embargo, es que “el valor o precio de su fuerza de trabajo es el precio o valor de su trabajo mismo.” Tiene que “representarse” de manera “forzosa” que su trabajo, o el valor de sus doce horas de trabajo, son seis chelines. La enunciación final de la representación imaginaria de los seis chelines como verdadero valor de la fuerza de trabajo empleada en doce horas es: “El valor o precio de la fuerza de trabajo reviste la apariencia del precio o valor del trabajo mismo (…) Esta apariencia engañosa distingue al trabajo asalariado de las otras formas históricas del trabajo.” El trabajo asalariado se caracteriza, como vemos, por su apariencia engañosa. La ideología del salario será el patrón para la teoría estándar de la ideología: una materia bruta reviste su propia forma engañosa que debe ser develada como tal.
Evidentemente, tal teoría de la forma engañosa tiene la ventaja político-práctica enorme de señalar la tarea de una acción político-pedagógica comprensible inmediata; el develamiento de las “condiciones reales” sin las cuales el salario obrero no es posible. La plusvalía es la “cuenta anterior” a la recepción ideológica del salario como paga o precio de un tiempo de trabajo determinado, y de la “ganancia” o “cuota de ganancia” que el capitalista extrae del proceso de producción.
La asimilación teórica de todo este problema en la tradición marxista occidental consiste en administrar esta serie de conceptos; salario, capital, precio, ganancia, valor de la fuerza de trabajo, mercancía, en función de una serie de adjetivos tales como “revestimiento”, “engañoso”, “aparente” etc. El capitalismo es un “mundo de las apariencias”, las “mercancías engañosas” y el trabajo que reviste una forma “justa” cuando en realidad esa justicia esconde o entraña su momento injusto constitutivamente. Marx no explicita en Salario, precio y ganancia cuál es la función social de esta apariencia engañosa del salario en el sistema burgués de producción. Es decir, no otorga a la ideología un estatuto privilegiado: y menos aún habla de “alienación”, “enajenación” y de una tarea política concreta en función de esos conceptos, a saber, la desalienación del “hombre”. La palabra “hombre” no aparece más que como palabra, y nunca como concepto. Ni siquiera Marx ha dicho que las “objetividades cosificadas de la vida económico-social” son en realidad “relaciones entre los hombres”, con lo que no hubiera avanzado un paso más allá de la cuestión del “hombre” y su “esencia alienada”, la “coseidad no-humana” etc. El llamado “horizonte de lucha”, o de acción, no está determinado por ningún trascendental fáctico de este tipo.
Diez años más tarde, en 1875 Marx escribe: “Cada paso de movimiento real vale más que una docena de programas”. Cuestión del abismo o del vacío de la propia contingencia que resiste a ser trabajada constantemente por una gran conciencia teórica anterior (un programa “máximo” que incluye la totalidad de lo histórico y su devenir), o por una tesis hegeliana bien conocida que traslada la “lucha de clases” a la cuestión de una disposición orgánico-social de la “consciencia de clase”. La incapacidad de la clase obrera para descubrir que ella es explotada, engañada y que su mundo es de las apariencias y engaños integrantes de la propia realidad social burguesa, y su potencial conciencia de clases, define la ideología como el campo de este revestimiento “bueno” de lo “malo” que hay tras el velo. La ideología dominante es la propia alienación, que no es, sin embargo, un “disfraz bueno” del capitalismo, sino la serie de pre-juicios que tiene la clase obrera frente al producto de su trabajo, frente al proceso de trabajo y al proceso de producción, aunque este último concepto sea constantemente desestimado por una supuesta raigambre “estructuralista” etc. La práctica política marxista será, entonces, la tarea de la realización de una consciencia sobre esta totalidad social alienada: ideológicamente determinada por la burguesía que, llegada a su cosificación conservadora, resiste al reconocimiento de su propia “caducidad histórica”. En 1965, en un prefacio auto-crítico redactado frente a los textos de La revolución teórica de Marx, Althusser insiste en la noción de “izquierdismo teórico” para caracterizar una teoría tal de la ideología que se propone como tarea teórica la búsqueda de una actividad política pura, sin desengaños y sin retrocesos: una política de los avances totales en medio de la consciencia ideológica del proletariado y la ideología burguesa dominante. La ideología del salario expuesta en el capítulo noveno de Salario precio y ganancia ha devenido teoría general de la ideología y la lucha de clases: la vida es un “engaño”.
La cuestión fundamental en la teoría que llamamos “estándar-negativa” de la ideología es que (a) el trabajo es la noción fundamental que explica, como predicado suyo, el todo social ideológico revestido y engañoso, (b) la realidad social es un mundo de apariencias, (c) la potencia política de la clase obrera es la subversión de ese mundo de apariencias y la construcción de la “consciencia” de clase y (d) la conciencia de clase del proletariado es también el develamiento del mundo de las apariencias, la desalienación consciente del mundo. Si hay algo importante en toda esta cuestión es el carácter negativo-dialéctico del proletariado frente a la ideología dominante: su presencia es la negatividad. La referencia teórica más importante, como vemos, es la teoría del trabajo de Marx, y la combinación de esta teoría del trabajo con los conceptos más importantes de Los Manuscritos de 1844.
IDEOLOGÍA, CIUDADANÍA ABSTRACTA Y ACTIVISMO IDEOLÓGICO
En la obra política del joven Marx también encontramos una teoría de la ideología. La cuestión determinante en esta teoría es, sin embargo, de naturaleza distinta a la que se desprende de la interpretación negativa del texto del
Como se sabe, la oposición materialismo/idealismo es parte del pensamiento marxista y de las tradiciones que de él se desprenden. Aunque esta oposición fue consagrada por el viejo Engels, imbuido por la filosofía hegeliana, en los textos de juventud que mencionamos ya está presente. En relación al desfase entre lo público y lo privado, Marx escribe que “la puesta en práctica del idealismo del Estado fue, al mismo tiempo, la puesta en práctica del materialismo de la sociedad burguesa”. El idealismo del Estado remite, pues a un orden de realización efectivo en el que el “hombre individual real” se reconoce ideológicamente como “ciudadano”. Este auto-reconocimiento del hombre real en tanto ciudadano es, sin embargo, un reconocimiento “abstracto”, se realiza en la abstracción que implica el Estado: “separado” de lo real-social. La burguesía impuso el idealismo del Estado como correlato del materialismo de la sociedad burguesa: de su sociedad de Hombres egoístas, para devenir en un espacio “separado” Hombres universales, mediante un reconocimiento ideológico. Esta universalidad “a medias”, truncada de la burguesía, es la que Marx quiere subvertir: al devenir clase universal, dominante, la burguesía perdió, precisamente, el carácter de su universalidad. En el trabajo y en las “relaciones individuales”, señala Marx, debe también advenirle el ciudadano abstracto (igual): “sólo cuando el hombre ha reconocido y organizado sus “forces propes” como fuerzas sociales, y cuando por lo tanto no desglosa de sí la fuerza social bajo la forma de fuerza política, sólo entonces se lleva a cabo la emancipación humana”. Mientras que Hegel quiere aparecer la contradicción entre sociedad civil y sociedad política como una contradicción interior al Estado, Marx señala que el desfase se realiza como “desglosamiento” efectivo de una parte de las fuerzas humanas propias, como alienación y abstracción política del hombre real. Un desfase tal no tiene Aufhebung. Que la “ciudadanía” sea una situación plena: en la vida real de individuos reales, no en la abstracción ideológica de ciudadanos separados. No es casual que Marx invoque como ejemplo de este desfase, también, la sociedad griega, en la que la situación de la sociedad civil era de esclavitud respecto de la sociedad política. El elemento constituyente de la sociedad es la separación entre sociedad política y sociedad civil.
Esta oposición entre materialismo “de la sociedad burguesa” e idealismo “de la sociedad política” corresponde, en
Esta teoría de la burocracia como lugar de consagración voluntariosa del teólogo estatal se parece mucho a la definición que el Althusser de 1964, en un polémico artículo titulado Marxismo y humanismo, hacía de la ideología. En este texto el Estado burocrático imaginario, espiritualista, corresponde al momento “Sujeto” de la ideología. Además de una situación en el mundo que caracteriza a la ideología, en tanto los “individuos reales” se relacionan de una manera determinada y sobredeterminada con su “mundo”, la actitud que los individuos toman en esa relación ideológica con lo real-imaginario, “expresa más una voluntad (conservadora, conformista, reformista o revolucionaria), una esperanza o una nostalgia, que la descripción de una realidad”. Tal como en el texto de Marx, en el que el burócrata se transforma en un activista total, la imagen del guevarista auténtico que ha llevado la frase “el deber de todo revolucionario es hacer la revolución” hasta el paroxismo no es, en este sentido, la del activista antiburocrático. Las evidencias teóricas que el texto de 184? nos deja apuntan precisamente a que el burócrata es aquel que, en la transformación del aparato de estado en una fuerza privada, se vuelve un activista absoluto de esa fuerza y ve al mundo como objeto de su actividad: se pone en el plano de una subjetividad libre y activa. Aunque no es un tema propio del presente trabajo, es necesario mencionar que la salida al burocratismo y al desfase entre lo público y lo privado propios de la sociedad burguesa (o de esa unidad dislocada que Marx investigaba en aquella época) es enunciada como una recomposición del lugar dislocado; la superación de este desfase generalizado “sólo es posible cuando el interés general viene a ser realmente interés particular y no como en Hegel puramente en el pensamiento.” Esta salida revolucionaria basada en conceptos como “interés general” e “interés particular” todavía tendrá sus resonancias magnéticas en textos del año
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